Poco más de 30 segundos llevábamos navegando los rápidos del río Fonce cuando nuestra embarcación se volteó y caímos al agua embravecida. 200 metros y menos de un minuto más abajo, Lina me contaba llorando que acababa de pasar el susto más grande de su vida, que eso de que a uno se le pasa toda su existencia en un segundo por la mente es mentira y que estuvo segura que su día había llegado.
Estábamos en San Gil, tierra de deportes extremos por excelencia en Colombia, y habíamos aceptado la invitación de Colombia Rafting para descender por las aguas del río Fonce en bote.
La instrucción de nuestro guía fue clara: “si nos volteamos, agarre el chaleco salvavidas, mire hacia arriba y estire las piernas. El río se encargará de lo demás”. Pero el pánico al agua, talón de Aquiles de nuestra viajera, hizo que el viaje por el emocionante torrente del Fonce continuara sólo con dos integrantes: Néstor Díaz, uno de los mejores guías de rafting que tiene Colombia, integrante de la selección nacional de esta disciplina, y quien les escribe.
Luego de las insistencias vanas para tratar de convencer a Lina de que lo peor había pasado y de que el río sólo deparaba diversión en los 9 kilómetros de viaje restantes, Néstor y yo volvimos al cauce mientras ella se abría paso entre la maleza para regresar a La Jebi.
El departamento de Santander es el referente colombiano en materia de deportes extremos. Su mesa tiene servido un banquete para todos los gustos que incluye, además del rafting, el kayak y el hidrospeed, espeleología –exploración subterránea de cuevas-, bungie jumping, parapente y canopy; sólo por mencionar algunos.
Ese viernes 19 de septiembre el sol brillaba radiante sobre las frías aguas y las nubes se dibujaban claras en medio de la espesa vegetación verde. Las iguanas se asoleaban sobre las rocas y corrían al paso de nuestra embarcación. El río de unos 100 metros de ancho estaba sólo para nosotros y en una hora y 20 minutos descendimos por su cauce que variaba de calmado y empozado a rápido y furioso.
En ambas circunstancias, la actividad se tornaba en una mezcla de sensaciones climáticas para la piel, que mutaba del calor intenso por los casi 35 grados de temperatura, al frío de las olas cuando los rápidos chocaban contra nuestro bote y nos bañaban de pies a cabeza. Un mix de adrenalina pura y relax absoluto al antojo del río.
Durante el viaje, Néstor me contaba las aventuras que ha vivido en sus más de 13 años de experiencia como guía de rafting, me hablaba de cómo muchos de sus compañeros han hecho su vida en otros países gracias a esta actividad y de los esfuerzos que está haciendo para ir a representar a Colombia en el campeonato mundial de esta disciplina que se llevará a cabo el fin de semana del 12 de octubre en Brasil. “No tenemos apoyo de ningún tipo pero sabemos que tenemos todo para ganar”.
Por tramos, me animaba a lanzarme al río que alcanzaba 8 metros de profundidad y a atravesar los rápidos sin más armas que el chaleco salvavidas y el casco con la cámara Gopro grabando la aventura.
Pocos metros antes de llegar a la base de Colombia Rafting, ya se veía La Jebi esperando por nosotros, y a su mojada conductora aún con cara de susto.
Pero hablando de extremos, este tipo de actividades nos muestra que Renunciamos y viajamos también tiene los suyos: yo, el que se avienta, el que atiende a las estadísticas más que a los peligros, y Lina, el polo a tierra, la dueña absoluta de la mesura, el ancla que no deja que nuestro bote pierda su rumbo.
Las aventuras estarán a la orden del día y con ellas este viaje seguirá escribiendo su historia.