“El día que aquella chica de 15 años me puso dos puños en el pecho y me dijo Nazi por vestir la camiseta de la selección de Alemania después de haber ganado un partido en pleno mundial de 2016, ese día entendí que el extremismo en Alemania paso de un lado a otro, que la izquierda dibuja sus ideales en chiquillos rebeldes y que ahora todo lo que sea una manifestación pro alemana puede ser visto como nacismo”

“Porque déjame contarte tres historias personales sobre nazis. Y es que la guerra no se puede medir solo en muertos ni en buenos y malos, la guerra la sufrimos muchos que aún recordamos cuántos horrores tuvimos que padecer”

“Cuando mi abuela era una niña pequeña, en edad escolar, era invitada cada año a unos campamentos vacacionales del gobierno. Eran diversión para los niños, les enseñaban juegos y canciones”.

“Año tras año mi abuela iba a esos campamentos, sólo acompañada por otros niños rubios y de ojos azules como ella. A medida que iba creciendo, las canciones que se aprendían y debían cantar iban cambiando. Eran canciones infantiles que, sin mi abuela ni los demás niños darse cuenta, empezaron a cambiar con letras que glorificaban a Hitler como máximo líder y salvador de una raza pura. Algo como Hitler es súper cool la la la. Luego, cuando mi abuela fue creciendo, esos campamentos se fueron convirtiendo en reuniones en edificios exclusivos para adolescentes elegidos para reproducir la supuesta raza pura, mientras el holocausto se llevaba a cabo, millones de personas eran asesinadas y aquí en Alemania se vendía la ilusión de que todo estaba bien”.

“Cuando mi abuela se hizo vieja empezó a sufrir problemas de demencia. Perdía la memoria de repente y su cerebro automáticamente reproducía recuerdos del pasado. Entonces, podía estar en el odontólogo, se quedaba en blanco y empezaba a cantar las canciones de amor a Hitler y a la raza pura” (Risas) “Muchas veces tuvimos que decirle: abuela, tranquila, eso ya pasó”. “Puede que ahora suene chistoso, pero esa es la muestra de cómo la guerra lo persigue a uno hasta el final. Mi abuela murió creyendo que seguía en sus campamentos de niños blancos y nosotros sufrimos verla recordar su pasado en esas canciones infantiles”.

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“Mi abuelo, el papá de mi mamá, se convirtió en oficial superior de la SS, la policía especial de Hitler. Era capitán de un barco, y de repente fue seleccionado como hombre de confianza de Hitler, un hombre con poder  y voz de mando entre los nazis. Hacía viajes largos, y cuando regresaba se le veía cambiado, se convirtió en un ebrio que maltrataba física y sicológicamente a mi abuela. Mi mamá podría contarte más sobre esto pero estoy seguro que no se anima; aunque ya tiene más de 70 años cada que recuerda cómo fue su infancia y las consecuencias que le dejó la guerra y no hace más que llorar. Porque finalmente mi abuelo terminó abandonando la familia, pero mientras lo hizo exigió que nadie le preguntara sobre las cosas que hizo durante la guerra. Pero siendo un oficial de la SS ya sabemos o podemos imaginar qué era lo que quería esconder: era uno de los asesinos nazis y quería ocultar su barbarie a su familia”

“Yo siempre me pregunté por qué mi abuelo nunca quiso tener ninguna relación conmigo, nunca me quiso como un nieto”.

“Lo más increíble de esta historia es que mi abuelo y su familia se salvaron del bombardeo de Danzig, el que inició la Segunda Guerra Mundial. Ellos tenían boletos para irse porque ya estaba anunciado que la guerra empezaba, pero perdieron el barco, no alcanzaron a llegar. Y justamente ese barco fue bombardeado y no se salvó nadie. Ellos tuvieron que huir de las bombas después de varios días caminando”

“Mi mamá siempre ha vivido atormentada a causa de esto. Ella es una niña de la guerra, nació en 1944 cuando todo era un caos”.

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“Mi otro abuelo, por parte de papá, fue reclutado al ejército alemán y obligado a enlistarse en las filas de los nazis; pero él se negó rotundamente a asesinar gente. Así que fue asignado a llevar el radioteléfono en los frentes de batalla, y eso lo hizo merecedor de burlas y maltratos de los demás soldados, para quienes sí era un honor servir a Hitler así eso los convirtiera en criminales de guerra”.

“Una vez, mi abuelo me contó que iba en un convoy de camiones y justo el camión de adelante, donde iba uno de los generales nazis, fue bombardeado y voló por los aires. Él y los otros que quedaron vivos se escondieron en unas zanjas junto a la carretera y sus compañeros lo obligaron con un fusil en la sien a que fuera a recoger la placa del general, en medio de las balas que zumbaban por sus cabezas”.

“Mi abuelo decidió aventarse a buscar la placa porque no tenía escapatoria: o lo mataban los enemigos o lo mataban sus compañeros. Y se fue a rastras, escuchando como las balas impactaban a centímetros de su cuerpo. Cuando llegó a la zona de la explosión, estiró la mano, agarró lo primero que encontró sin saber qué era y regresó a su grupo. Cuando les entregó el botín en medio de la adrenalina, vio que había cargado a rastras una pierna completa”

El fin de la guerra para mi abuelo llegó en Rusia, en la batalla de Stalingrado. Los rusos atacaron una granja donde él se escondía con otros soldados y mataron a casi todos sus compañeros. Él se alcanzó a ocultar y en la oscuridad arrancó todos los símbolos nazis de su uniforme, lo que le permitió camuflarse con los soldados rusos, rendirse y pedir clemencia. Finalmente fue encerrado dos años en Rusia en una prisión donde recibió un trato digno, mientras que si estuviese en Alemania hubiese sufrido las torturas a los que los soldados rusos sometieron a este pueblo en venganza por la invasión nazi”

“Mientras tanto su esposa, mi abuela, hacia lo suyo para salvar su propio pellejo, pues los rusos llegaron a violar y esclavizar a las mujeres alemanas. A su casa llegaron siete soldados rusos y uno de ellos se portó muy bien con ella, no dejó que nadie la violara ni la maltratara, teniendo en cuenta que ella les hacía de comer, les arreglaba sus uniformes y les hacía la vida buena mientras invadían Alemania”.

“La vida da muchas vueltas: yo fui bautizado en honor a ese soldado ruso que protegió a mi abuela en medio de los horrores de la guerra. Mi nombre es un recuerdo de guerra, un buen recuerdo en medio del horror y la muerte”

Conversación sostenida en medio de una noche calurosa con nuestro anfitrión en Bremen, Alemania. Los nombres fueron omitidos en honor a la confianza que el personaje nos brindó al contarnos su historia de vida. Las fotografías fueron tomadas por nosotros directamente de su álbum familiar. 

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