¿Por qué me cuesta tanto explicar lo que se siente estar cumpliendo seis años de viaje? Inicié, borré, corregí, salpiqué, borré otra vez y volví a empezar; pero la hoja sigue en blanco esperando por un texto que ponga a hablar un poco este enredo de emociones, recuerdos y sobre todo enseñanzas que hemos acumulado desde el día en que decidimos romper el molde del sistema e iniciar un viaje sin fecha de regreso. Un paréntesis en la vida que seis años después no se ha cerrado.
Son tantas las cosas que hemos vivido y aprendido que resulta imposible resumirlas u otorgarles un lugar de importancia a cada una dentro de una lista. A lo largo de todo este tiempo que hemos pasado moviéndonos por el mapamundi hemos definido el viaje de diferentes formas: viajar nos enseñó que no existe una realidad ni una verdad única, sino que en el mundo coexisten muchas realidades y verdades paralelas. El movimiento nos ha permitido observar a través de varios lentes algunas de las realidades que cohabitan el mundo, al tiempo que nosotros mismos cambiamos un poco cada tanto al antojo del viaje. Aprendimos a sentir y a fluir: Interpretamos nuestro mejor papel como protagonistas de nuestras propias vidas.
Viajar es resistir: no encuentro ahora mejor manera de definir lo que en esta etapa de nuestra vida significa el viaje.
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Seis años después del primer kilómetro viajado, tecleo esta reflexión de aniversario desde Koh Chang, una isla tailandesa a 300 kilómetros de Bangkok, donde llegamos hace una semana acudiendo a un llamado de auxilio para cuidar ocho perros rescatados que de repente iban a quedar en la calle. Supuestamente estamos varados en medio de una pandemia, llevamos seis meses en Tailandia sin poder movernos a ningún otro país; mucho menos regresar a casa. Somos dos almas errantes que encallaron en el paraíso entre la selva, el río y el mar. Pulmones inundados del verde espeso de la jungla asiática, mientras el mundo lucha por contener un virus a fuerza de respiradores artificiales que no alcanzan para todos.
Hace seis años ninguna pista nos habría podido sugerir nada de lo que hemos vivido. 6 de agosto de 2014, ese día inolvidable en que se cerró la puerta de la casa tras estos dos irracionales que soltaban amarras del puerto de la estabilidad para irse tras lo desconocido a dar palos de ciego.
De ese primer día no se me olvida nada. Fue dos días después de lo acordado: la salida estaba pactada para el 4 de agosto, pero algo siempre hace falta y nos tomamos el tiempo necesario para tener todo a punto. Desde el kilómetro cero nos metimos en el papel de propietarios absolutos de nuestro tiempo; dormimos dos noches más en cama conocida antes de empezar a rodar. Nos levantamos temprano. Me llega el recuerdo de esa mañana, pensando bajo la ducha que ese sería mi último baño en casa, que no saber la fecha de regreso de esta locura me emocionaba y me aterraba a la vez. A partir de ese día nos íbamos a recorrer América en una camioneta que sería nuestra casa y cuyo contenido eran nuestras únicas posesiones en la vida.
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Agosto 6 de 2014, iniciando el viaje por Colombia
«Viajar es resistir: no encuentro ahora mejor manera de definir lo que en esta etapa de nuestra vida significa el viaje».
2014: Los primeros 6 meses del viaje estuvimos recorriendo Colombia
Esos dos chicos que salieron en 2014 son otros; otra Lina y otro Andrés, diferentes a los que hoy leen en este blog y ven en cada video. Son otros completamente distintos: otras miradas, otras necesidades, otras edades.A ellos los recordamos igual de soñadores y alegres, les agradecemos haber dado el fundamental primer paso, haber dejado el pellejo en el camino para que nos actualizáramos en una mejor versión de nosotros; pero ya no nos reconocemos en ellos.
Porque si viajar es resistir, cambiar es el motor y a la vez la consecuencia de esta revolución interna en movimiento. Viajar y cambiar es un tándem indisoluble.
En los últimos seis años cambiamos mucho, y es tal vez ese el premio mayor que hemos ganado como trapecistas en este circo itinerante. Una medalla con muchos más quilates que todos los recuerdos que se escribieron en tantos rincones increíbles del planeta. En el mismo camino, una y otra vez, nos libramos de nosotros mismos, nos transformamos en otros. Morimos, dejamos atrás los cadáveres de quienes ya no somos y seguimos adelante: renacidos. Como dos serpientes revestidas de nuevas pieles, corazones trasplantados que bombean nueva sangre y nuevos ojos con distintas miradas del mundo y de sí mismos.
Nos sacudimos la necesidad de acumular objetos. El desapego material ha logrado que nos preocupemos más por la felicidad que por las posesiones. Si mañana perdiésemos todo lo que tenemos, podríamos hacerle duelo y recuperar todo en un par de semanas. Soltar y seguir: si la solución no está en nuestras manos hay que dejarlo ir para seguir fluyendo. En Egipto nos robaron a bordo de un tren y sentimos que la pérdida fue enorme. No estaba en nuestras manos recuperar nuestras pertenencias y si seguíamos lamentándonos nos íbamos a hundir en el infierno del calor del norte de África. Hoy vemos el robo como un suceso desafortunado en el que no perdimos nada más que cosas materiales. Hoy estamos en medio de una pandemia disfrutando de un regalo de la vida en una isla mágica cuidando a ocho perros preciosos.
Tailandia, 2020
Turquía, 2019
Rusia, 2018
Colombia, 2017
México, 2016
Guatemala, 2015
A esta altura veo que este intento de sinceridad reflexiva se parece cada vez más a este viaje: no va para ningún lado pero llega a muchas partes sin saber bien por qué.
La primera vez que nos preguntaron a dónde queríamos llegar no supimos que responder. Tal vez porque nunca hemos querido llegar a ninguna parte, aunque siempre quisiéramos llegar a todas partes. No tenemos afán de abarcar el planeta entero en una colección de sellos en el pasaporte e imanes en la puerta de la nevera. Cuando no tenemos un lugar al cual llegar, el viaje es nuestro principal destino.
Algún día estuvimos del lado de los que piensan que esas cosas tan increíbles no son para uno, que la suerte de conocer el mundo era un privilegio para otros y de ninguna manera para nosotros. Pero una vez afuera entendimos que los obstáculos más grandes son los mentales.
El viaje funciona muy bien como una metáfora de la vida misma: debemos trabajar, luchar por nuestros sueños, reímos, sufrimos, ganamos, perdemos, extrañamos y tenemos muchos miedos. Tomar decisiones, creer en nosotros y seguir adelante. Caer, padecer, lamerse las heridas y seguir. Tantos kilómetros y situaciones nos han revestido de una autoconfianza que nos ha permitido seguir apostándole a un día más de viaje.
La Guajira en Colombia, 2014
Angkor Wat en Camboya, 2020
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Marruecos, 2019
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Tailandia, 2020
India, 2019
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Croacia, 2018
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En este mundo hiper productivo donde una rutina estéril nos conduce al laberinto sin salida de la amnesia, y poco de especial nos brinda para recordar el resto de nuestras vidas, viajar es también resistirse al olvido: viajar es tener siempre algo qué recordar.
Desde hace seis años nos dedicamos de tiempo completo a atravesar una cuerda floja atada a cada extremo por sensaciones de amor y odio hacia nuestra especie.
Andando atestiguamos lo mejor y también lo peor de la raza humana, recorrimos los vestigios de las guerras más crueles y conocimos historias terroríficas, le vimos el rostro a la miseria, presenciamos la injusticia en varias de sus formas, y sufrimos el desprecio de los humanos por el planeta tierra y los animales, sin importar en qué punto del mapa pongamos el dedo. En ese mismo mundo fuimos tocados por la mano de la hospitalidad y la bondad humana a cada kilómetro, y llegamos hasta obras majestuosas creadas por la mano del hombre y expresiones que dejaron testimonio de nuestra sensibilidad a través de la historia.
El mundo es como una radio con dos emisoras: en una Gardel canta Cambalache y dice que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también. Al cambiar el dial Louis Amstrong dice que What a wonderful world. Y uno canta ambas canciones igual de apasionado.
Si viajar es resistir, contar historias es sobrevivir. Este blog y todo lo que gravita en sus entrañas bajo el sello Renunciamos y Viajamos es nuestra pequeña gran revolución, que hoy ajusta sus primeros seis añitos. Somos palabreros nómadas que contamos historias de casa en casa, de camino en camino. Que ponemos a trabajar la cámara fotográfica a tope en función de nuestra curiosidad, mandamos a volar libros como palomas mensajeras que se posan en las mesas de noche de almas urgidas de inspiración
Cuba, 2015
México, 2017
Costa Rica, 2016
Francia, 2018
Convertimos la cosecha de historias de nuestro primer viaje en nuestro primer libro, que publicamos de forma independiente y lo hemos enviado a miles de personas en 25 países.
Nos gusta sentir que la inspiración fluye por el planeta; fuimos tocados por ella, otros la dejaron sembrada en nosotros y así logramos el objetivo máximo en este tramo de nuestras vidas: somos felices y podemos vivir haciendo lo que nos gusta. Y, si de paso logramos inspirar a alguien a que haga su propia revolución, pues con eso y lo buena que ha sido la vida con nosotros suficiente pago tenemos.
Nos quitamos la careta del inconforme y nos pusimos la armadura del agradecido. Todo siempre puede ser mejor. Las malas rachas no llegan para quedarse: por largas que sean vienen a dejar alguna enseñanza y luego se van. No sentimos malos deseos por nadie, criticamos y nos lamentamos poco, lo menos posible. La vida es una oportunidad única y con fecha de caducidad, tenemos urgencia de vivirla.
La lista sigue, es larga. Confiamos en nuestros instintos, sabemos cuándo decir no, y nos dejamos llevar ante situaciones inesperadas por la simple curiosidad de ver dónde va a ir a parar todo. Nos medimos a nuestros miedos por la adrenalina que nos produce enfrentarnos a ellos. Nos motiva convivir con personas y comunidades que tienen visiones diferentes del mundo, que asumen su presencia en esta vida de formas distintas.
Y dentro de todo eso, además, tenemos el privilegio impagable de hacer todo esto junto a la persona que amamos. La invaluable posibilidad de caminar el uno junto al otro, de la mano. Crecer juntos y vivir los días llenos de amor; amor entre nosotros y un amor desmedido por la vida. Integramos la tribu de los que no empeñan su máxima energía vital en generar dinero, sino en vivir su vida, en cumplir sus sueños.
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Agosto 6 de 2014, iniciando el viaje por Colombia
«Las malas rachas no llegan para quedarse: por largas que sean vienen a dejar alguna enseñanza y luego se van«.
No es el dinero lo que motiva nuestras decisiones, mejor lo entendimos como un aliado que nos permite cumplir nuestro sueño, pero nuestra vida no se puede ir en un esfuerzo por conseguirlo a costa de nuestra propia libertad. Generamos recursos a medida que nos vamos moviendo, hacemos que el dinero aparezca según nuestras necesidades que casi siempre son las mismas: comer, dormir y desplazarnos. Algunas de ellas las reducimos a cero: nos alojamos con personas locales y viajamos a dedo.
Puede ser también que llevemos tanto tiempo viajando porque desarrollamos una incapacidad de adaptarnos al lugar y las condiciones que dejamos un día como hoy hace ya seis años. Nadie podría asegurar que el movimiento no es ahora nuestra nueva zona de confort y nos resulta traumático siquiera pensar en acomodarnos a un hipotético regreso a la vida normal. La antigua normalidad, le diríamos por estos días.
En los últimos seis años hemos viajado por cuatro continentes a dedo. Encontramos en el autostop una forma mágica de conseguir historias: es una red que se lanza a las carreteras del mundo para pescar anécdotas y conversaciones. Alguien que frena frente a nuestro dedo estirado y nos invita a la intimidad de su vehículo para acompañarnos un rato, intercambiar historias de vida y sentir el gusto de dar y recibir sin que medie el dinero. Viajar a dedo es el mejor ejemplo de cuánto vale la pena enfrentar los miedos y confiar en la bondad de los demás.
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Gracias infinitas a todos los que han tenido que ver de alguna forma con este viaje, cualquiera que sea la forma en la que nos hayamos cruzado en este camino, muchas gracias. A quienes nos ayudaron a crear esto desde cero, quienes nos han recibido en sus casas en 45 países del mundo, quienes compraron nuestras postales, fotos, libros, camisetas, artesanías, hamburguesas vegetarianas o lo que sea de tantas cosas que hemos hecho para avanzar un kilómetro más. Muchas gracias. A quienes nos abrieron las puertas de sus empresas y nos dieron su voto de confianza para trabajar junto a ustedes: muchas gracias. Quienes nos recibieron en sus casas como miembros de sus familias, a quienes nos levantaron mientras estirábamos el dedo en el camino: millones de gracias. Quienes acuden a las charlas y exposiciones y quienes nos siguen en las redes, leen, comentan y se ven nuestros videos, a todos ustedes mil gracias. Quienes han confiado en Renunciamos y Viajamos para promocionar sus destinos o productos, gracias por tanta nobleza. A nuestras familias gracias eternas por tanto apoyo y por ser siempre nuestro motivo para regresar. Disculpen si no mencionamos a alguien, todos son importantes y a todos ustedes va dedicado este post.
Se siente muy lindo releer y regresar a los recuerdos disparados por cada párrafo. Asaltan la memoria momentos increíbles que algún día, ojalá no muy lejano, les contaremos en un nuevo libro.
Mientras tanto, permítannos repetir una vez más que los sueños son para vivirlos YA MISMO, no para cuando llegue la pensión o haya suficiente dinero en la cuenta. Muy frágil es la vida, lo estamos viendo estos días de pandemia.
Feliz aniversario a nosotros y feliz aniversario a toda la gran familia Renunciamos y Viajamos, esa legión generosa de almas que nos motivan a seguir contando historias y cada día llenan el auditorio virtual para ver el mundo a través de los ojos de estos dos desconocidos.
Brindamos por ustedes. Salud y vamos por otros seis.